Quien funda una empresa, no tiene con finalidad tener una empresa familiar, es allí donde radica el dilema, La empresa familiar, ¿Nace o se hace?
Algunas personas que estudian este tema tan nuevo, nos comentan «la empresa familiar nace y también se hace e incluso, obviamente el nacimiento es consecuencia del comportamiento y decisiones del fundador pero tras la permanencia en el mercado, se esperar que los valores y cultura de la familia afecte a la visión del negocio, objetivos empresariales, estilo de dirección y estructura organizativa desde el comienzo. La empresa familiar nace muchas veces para generar autoempleo no sólo al fundador sino a sus descendientes.» (Catedra Prasa)
Pero, sabemos que entre más pasa el tiempo el involucramiento familiar va decayendo con el pasar de las generaciones (no en todos los casos).
La empresa familiar se caracteriza porque sus miembros trabajan en equipo y tienen lazos fuertes. Este tipo de negocios, suele endeudarse menos que los que no son familiares; generalmente cuentan con gran liquidez (incluso al grado de sobrecapitalizarse y mantener dinero en “stand by”). Es menos burocrática a la hora de tomar decisiones, más flexible, adaptándose de forma más rápida a los cambios del entorno. Los miembros de una empresa familiar suelen resolver sus problemas internamente y sólo en contadas ocasiones recurren a la asesoría externa formal. La lealtad, el compromiso y la dedicación al negocio son mucho más profundos y están más arraigados en la empresa familiar que en la empresa tradicional.
Esta realidad, por sí sola, debería darle a este tipo de negocios un éxito rotundo y desde luego, permanencia. Sin embargo, hoy por hoy, no es así. Si la empresa familiar cuenta con tantos atributos positivos, ¿por qué tan sólo 1 de cada 3 empresas logran pasar éxitosamente a la siguiente generación?